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Cuándo instalar un sistema Domótico y por qué.
Para empezar a decidir si debemos o no integrar domótica, primero debemos saber qué es exactamente domótica y qué no. Desde la aparición del concepto “domótica” muchos son los significados que se le han dado e innumerables las aplicaciones que se le han atribuido con la intención de, en algunas ocasiones, enmascarar un producto de bajo precio y ofrecerlo al mercado como una novedad tecnológica a un coste mayor al real.

El sólo hecho de vestir con la palabra “domótica” las ofertas ha sido justificativo suficiente para diferenciarla del resto sin prestar atención a lo que realmente se estaba ofreciendo.

 

Un sistema domótico es un sistema pensado para dar solución, de manera automática, a una serie de servicios de la instalación. Dentro de la domótica, se llevan a cabo funciones de seguridad, gestión de energía, mejora del confort, gestión de las comunicaciones y de gestión del mantenimiento preventivo. Todas estas funciones, en un conjunto y con una serie de reglas de funcionamiento, son las que determinan si el sistema es un sistema domótico o, simplemente, un sistema controlado. Por ejemplo, un termostato de una unidad de climatización no es más que un control local de una unidad. Si este control se lleva a un sistema más completo en el cual se llevan a cabo una serie de acciones de manera automática de manera que dicha unidad interactúa con el ambiente, este sistema puede llegar a tratarse de un sistema domótico.

 

Realmente, la palabra domótica engloba la automatización del hogar (el término domótica viene de la unión de las palabras domus, que significa ‘casa’ en latin y tica, de automática, palabra en griego, 'que funciona por sí sola'). Para el mismo concepto basado en edificio se llama inmótica. Sin embargo, hoy día, gran infinidad de fabricantes de producto, instaladores e integradores utilizan el término domótica para cualquier tipología de edificio.

 

Por lo tanto, antes de hablar de domótica, debemos tener claro qué es lo que vamos a controlar, cómo y con que relación con el resto de elementos de la instalación.

 

Si tenemos claro este concepto, podemos empezar a pensar en si vamos o no a domotizar una instalación.

 

Para empezar a decidir si necesitamos domotizar y en qué grado nuestra instalación debemos plantearnos las siguientes cuestiones:

 

¿Existe alguna normativa que me obligue a instalar algún tipo de control? Por ejemplo, el Código Técnico de la Edificación ya nos obliga a instalar sistemas de control locales de iluminación en ciertas zonas en algunos edificios. El Reglamento de Instalaciones Térmicas hace lo propio para instalaciones de climatización.

¿Deseamos disponer de algún sistema que garantice la ejecución de ciertas acciones aún sin contar con la mano humana? Es habitual disponer de relojes que enciendan y apaguen unas determinadas luces en algunas aplicaciones o que incluso temporicen el tiempo de funcionamiento de algunas cargas.

¿Queremos conocer y gestionar la energía de nuestra instalación? Cada vez es más común disponer de contadores de energía que actúen de manera inteligente, no sólo registrando datos, sino actuando sobre cargas par reducir los picos de consumo.

¿Deseamos conocer el estado de funcionamiento de algún elemento en algún momento sin necesidad de ir al lugar donde se encuentra? Conocer si una luz está encendida o apagada, si una máquina de clima tiene los filtros de aire limpios o sucios, saber si hay una fuga de agua, estos son algunos ejemplos habituales que se están usando, pero dejemos volar la imaginación y pensemos que hay infinidad de sensores que recogen una información de cualquier tipo y la pasan a un sistema de datos para recoger en un bus de comunicaciones.

¿Deseamos poder actuar en las instalaciones de manera remota? Una de las aplicaciones actuales más utilizada es la de interactuar con nuestra instalación desde un ordenador situado en la misma instalación, un teléfono móvil o, incluso, desde cualquier ordenador en cualquier lugar vía Internet.

¿Deseamos interconectar instalaciones diferentes? Apagar el clima y la luz al mismo tiempo, parar la ventilación en caso de incendio, encender unas luces en caso de detectar intrusión, son soluciones locales que pueden interconectarse a una global pasando a ser un sistema mucho más complejo.

 

Si varias de estas cuestiones se responden con un si, entonces merece la pena pensar en domótica. Siempre es posible, en cualquier caso, integrar soluciones particulares a cada uno de estos aspectos de manera individualizada, en cuyo caso estaríamos hablando de controles locales no de domótica.

 

Ahora bien, si optamos por domotizar, ¿cuál es la mejor manera? Sin duda, esta cuestión merece un estudio en profundidad. Aún así, podemos dar una pincelada en este artículo.

 

Si buscamos en el mercado, no nos será difícil encontrar infinidad de catálogos que incorporan elementos domóticos o susceptibles de ser domotizados. La gran diferencia entre unos y otros está en cuán fácil es encontrar elementos compatibles entre sí de diferentes fabricantes y cuánta documentación relativa a su funcionamiento, programación y fabricación hay abierta a cualquiera. Estos dos grandes grupos se resumen en “estándares propietarios” y “estándares abiertos”.

 

El primer grupo, “propietarios”, suele ser mucho más barato e incluso, en muchas ocasiones, mucho más simple de configurar sin necesidad de tener grandes conocimientos. Su principal desventaja es que todo el post venta, posibilidad de mantenimiento y recambio futuro y capacidad de desarrollo con el tiempo depende, exclusivamente, de uno o de muy pocos fabricantes. Es estanco y cerrado a “curiosos” y a otros fabricantes que deseen desarrollar, mejorar, ampliar gama o competir y, por tanto, depende de la “capacidad” del “creador” de resistir el mercado y sus cambios.

 

El segundo grupo, “abiertos”, suele ser más caro, a priori, y, habitualmente, requiere de formación especializada para poder integrarlo. La gran ventaja es la amplia especialización a la que se llega (que no es lo mismo que decir que todos los propietarios caigan en malas manos o que no haya especialización en algunos propietarios), la posibilidad de disponer de productos de diversos fabricantes, competencia incluso entre ellos (cosa que conlleva mejorar y controlar la calidad de los dispositivos además de hacerlos competitivos) y asegura, gracias a entidades externas y a normativas relativas a estandarización, a que se garantice un tiempo de mantenimiento y existencia de recambios, una difusión y mejora con los cambios tecnológicos, una mayor creación de nuevos y mejorados dispositivos y la posibilidad de aprender, usar y trabajar con estos elementos dado que la información sobre ellos es obligatorio que esté disponible en el mercado para su consulta.

 

¿Cuál es mejor? La respuesta dependerá de diversos factores tales como el coste, la necesidad de ampliación, la existencia en el momento de la integración de productos ajustados a la necesidad, la confianza con el distribuidor, fabricante o integrador, la complejidad de la solución y la escalabilidad esperada.

 

No tiene sentido integrar un estándar abierto complejo y de coste más elevado en una solución temporal que requiere un coste bajo y una implementación simple. Igualmente, es un error integrar un protocolo propietario y barato en una solución que puede requerir una escalabilidad futura y una garantía de funcionamiento y mantenimiento independiente de cualquier agente externo.

 

Mi humilde recomendación es que, cuando no queramos invertir mucho dinero, no nos importe ampliar o mantener en un futuro a medio o largo plazo y la integración no sea compleja en cuanto a las funciones requeridas, se puede integrar un protocolo propietario.

 

Pero cuando necesitemos una instalación un poco potente, una garantía de futuro y la independencia de fabricantes e instaladores/integradores, vayamos a un estándar abierto, dejando como secundario el puro factor precio. La competitividad hoy en día de estos estándares es tal que, bien estudiado, se pueden hacer muchas cosas a un buen precio.

 

Finalmente comentar un aspecto técnico en el que ya entraremos en profundidad en un próximo artículo: el protocolo a utilizar.

 

Actualmente, en el caso de estándares abiertos, se habla de KNX, Lon, Modbus, Bacnet, Dali, etc. Hay tal variedad de posibilidades que resulta difícil decantarse.

 

Por mi experiencia, la solución basada en un único protocolo sólo es válida para pequeñas soluciones. En medianas o grandes soluciones se tiende a multiprotocolos interconectados entre sí mediante elementos que ejercen de “traductor” y que reciben el nombre de pasarela.

 

Así, hablar de un protocolo mejor que otro es como hablar de un coche mejor que otro. Depende del terreno donde se mueva. Un Ferrari en ciudad no es mejor vehículo puede resultar menos práctico para desplazarnos que una moto Vespa. Lo mismo sucede con los protocolos. Eso sí, cada integrador tiene sus preferencias y cada solución parece mejor cubierta por uno o por otro protocolo. Esa labor de selección es la que debe recaer en el proyectista y no en un fabricante o un profano de la materia.

 

Por lo tanto, siempre que deseemos pensar en domotizar una instalación, primero debemos preguntarnos si es realmente necesario y si disponemos del conocimiento o del técnico con conocimiento suficiente como para realizar la especificación. Y así como no es bueno automedicarse o pedir consejo médico a familiares y amigos (con la salvedad de que alguno sea médico), tampoco es bueno autoproyectar sin conocimiento ni dejar en manos de inexpertos de la materia la solución deseada.

 

 

Fuente: Voltimum